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Así se vive la experiencia de comprar un Bugatti

Visitar un castillo europeo, manejar un Chiron Sport o incluso participar en el montaje de tu auto es parte del proceso.

Así se vive la experiencia de comprar un Bugatti

Adquirir un Bugatti es una experiencia reservada para muy pocos privilegiados, y la marca sin duda ha diseñado un proceso impresionante, que incluye recorridos, historia, prueba de manejo y muchas cosas más.

Probablemente ya lo sabes, el año pasado tuvimos la oportunidad de manejar el hiper deportivo más impresionante de la actualidad, me refiero por supuesto al Bugatti Chiron.

Leer: Bugatti Chiron Sport a prueba

Sobra decir que detrás del volante, es la experiencia más increíble que he vivido hasta ahora, para hacerlo todavía más especial, mi acompañante, copiloto e instructor fue nada menos que Andy Wallace, campeón de Le Mans, y el piloto que recientemente logró llevar al Chiron Super Sport 300+ por encima de las 300 mph (490 km/h), todo un hito para un auto de producción.

Además, el auto del récord estaba ahí, con jaula de seguridad, equipo de medición instalado y todo el frontal, sucio debido a decenas de insectos que dieron su vida en el cumplimiento del récord. Una escena impresionante en verdad.

Pero para poder manejar el Bugatti Chiron, primero había que llegar a los cuarteles generales y planta de manufactura de la marca, ubicados en Molsheim en la región de Alsacia, Francia. Afortunadamente, está prácticamente en la frontera con Alemania y llegar desde vamos a decir, Stuttgart te toma un par de horas cuando mucho.

Lo primero que tienes que saber es que no está abierto al público, así que, si creías que puedes llegar, tocar el timbre y entrar, temo desilusionarte. No se puede, así no funciona. En realidad, las visitas están diseñadas para los futuros propietarios de un Bugatti.

Las oficinas centrales de Bugatti se parecen más a un antiguo castillo de verano que a una ultramoderna fábrica de autos. Aunque en la práctica se trata de una fusión de ambos. La propiedad adquirida por el mismo Ettore Bugatti hace ya más de un centenar de años cuenta con 5 edificios distribuidos en 23 hectáreas, de las cuales 4 están destinadas a una especie de reserva en donde habita una familia de 14 venados y en donde se pueden encontrar robles con hasta 250 años de edad.

La entrada original ya en desuso, es un gran arco de piedra forrado de enredaderas que es atípicamente alto para le época. Es así porque Ettore, gustaba de ingresar a su propiedad montado en su caballo, además diseñó un sistema para que el animal jalara un cordón y se abriera la reja. Vaya, el tipo era un virtuoso, eso está más que claro si revisamos algunas de sus creaciones, pero también buscaba la manera de hacerse la vida lo más cómoda posible.

El Chateau, esa casa elegante victoriana que por cierto fue completamente remodelada en 2001, en realidad nunca fue habitada por la familia Bugatti, ya desde aquellos tiempos era una especie de oficina de ventas, en donde Ettore invitaba a sus clientes para determinar si serían dignos poseedores de uno de sus exclusivos autos, así como detallar aspectos de la transacción. Hoy en día su función es más o menos la misma, en la planta baja hay una galería de arte alrededor de la marca, con esculturas, cuadros, fotos e incluso reproducciones de los muebles que fabricaba el padre de Ettore Bugatti.

En la planta alta, están las oficinas del equipo de ventas, así como la del mandamás de la marca, Stephan Winkelmann.

Ahora toca el turno de visitar el Remise Nord, un pequeño cobertizo en donde se aloja, muy apretada por cierto, algo de la rica historia de Bugatti.

Al abrir las puertas, en primer plano hay un Bugatti Type 41 Royale, la máxima creación de Ettore, era un vehículo digno de la realeza, de ahí su nombre. La distancia entre ejes era de 4.3 metros, excedía el precio de cualquier otro auto de la marca por diez veces y era tres veces más caro que una limusina equivalente de cualquier otro fabricante.

Estamos hablando de finales de los treintas, y el Royale con su ocho cilindros de 12.8 litros y 300 hp, podía acelerar hasta los 200 km/h, considerando que podía pesar, dependiendo de su carrocería, hasta 3.5 toneladas.

El Royal es también el único Bugatti que ostentó un ornamento en el cofre, el iónico elefante danzante que fuera una escultura de Rembrandt, el fallecido hermano de Ettore.

A un costado de este ejemplar genuino, cuyo valor es incalculable, hay una réplica del Bugatti Type 35, para muchos el auto de competencias más exitoso de todos los tiempos, una fama muy merecida, pues entre 1924 y 1930 tuvo 2,000 triunfos en distintas carreras. Era poderoso, ligero y confiable, en pocas palabras una joya de la ingeniería.

Del otro lado, hay dos Veyrones, pero al observar con más detalle, hay sutiles diferencias entre uno y otro, sucede que uno es el concept car que debutó en Tokio, mientras que el otro, es ya una unidad de producción final.

Supongamos que estás en Molsheim porque concretaste la compra de tu Bugatti, ya hiciste la prueba de manejo y ahora, es momento de configurarlo a tu gusto, en el Remise Sud que originalmente era un edificio destinado a la crianza de Caballos, ahora se encuentran las salas de diseño y configuración.  Por si tenías la duda, el 80% de los compradores van a las oficinas centrales para configurar, participar en el montaje o recibir las llaves de su Bugatti, y quien no lo haría. Además de recorrer las increíbles instalaciones, es posible probar el Chiron en los alrededores acompañado de un piloto profesional, así como conocer a los responsables de crear estas auténticas obras de arte.

Leer: Entrevista a Stefan Ellrot, responsable de desarrollo de Bugatti

Hay una increíble mesa oval hecha de fibra de carbono con insertos de cuero en la que está grabado un Bugatti Atlantic, ahí el cliente puede ver las opciones de cueros, insertos y demás materiales que se pueden utilizar. También hay una pantalla del tamaño de un muro, en donde se pueden hacer todas las simulaciones de color tanto para la carrocería, como para el interior, podrías pasar ahí muchas horas si eres indeciso.

Existe la anécdota que, en alguna ocasión, un cliente pidió su auto totalmente blanco, tanto por dentro como en la carrocería, algo que los diseñadores de la marca no recomendaban porque el tablero reflejaría demasiado.

El cliente evidentemente no escuchó las sugerencias, sin embargo, casi inmediatamente de que fuera entregado a su feliz propietario, discretamente el auto fue enviado nuevamente a la planta para cambiar el color del tablero por uno oscuro.

Como detalle interesante, mientras configuras tu auto, puedes admirar la próxima gran obra maestra de Bugatti, en nuestro caso, el modelo exhibido era el prototipo del Centodieci. Tiene lógica ¿no? En una de esas te animas a reservarlo también.

Una vez completado el proceso de compra y configuración, Bugatti manda a fabricar una réplica exacta de tu auto en escala 1:8, éste pequeño gran detalle, llegará a tu domicilio antes de que el auto terminado esté listo.

Ahora, es momento de conocer el Atelier, un edificio ultramoderno de 1,000 metros cuadrados con forma oval en donde son ensamblados a mano todos los Bugatti, no hay robots. El tiempo de espera puede ser de un año y medio o más. Aunque de haber elegido una edición especial como el 110 ans o el Edition Noire podría ser menos.

El proceso de ensamble toma varios meses y el detallado, así como las pruebas de calidad son exhaustivas. Como dato, un Bugatti Chiron lleva 8 capas de pintura, que toma tres semanas en ser aplicada. La única petición mientras recorres el Atelier es no fotografiar los autos que ya están terminados, y es que la firma considera de mal gusto que sus clientes vean primero su Bugatti en alguna publiación, antes que ellos tengan oportunidad de verlo por primera vez.

Por último, es momento de pasar al Orangerie, un invernadero en donde los clientes se pueden relajar un rato tomando una taza de té. Como curiosidad, este edificio fue el único que Ettore mismo mandó construir y es el que permanece más fiel a su arquitectura original. De esta forma termina un día inolvidable, uno que difícilmente se podría repetir, incluso para aquellos que se pueden dar un lujo con un costo de un par de millones de dólares.

 

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