
Nissan atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia reciente. Tras anunciar en diciembre de 2024 un posible acuerdo de fusión con Honda, el proyecto se desmoronó en apenas semanas. El 13 de febrero de 2025 se confirmó que las conversaciones terminaron oficialmente, en parte porque Nissan rechazó convertirse en subsidiaria de su rival. Aunque ambas marcas seguirán colaborando en áreas como electrificación y desarrollo de software, una fusión total quedó descartada.
Luego de esa ruptura, el diario japonés Mainichi Shimbun, reveló que un alto ejecutivo de Toyota, el mayor fabricante de autos del mundo, habría contactado a Nissan para plantear una posible alianza. Sin embargo, todo indica que nuevamente este acercamiento quedará como una anécdota, debido a las estrictas leyes antimonopolio de Japón.
Cabe recordar que Toyota ya posee participación accionaria en varias marcas: 20% en Subaru, 5.1% en Mazda, 4.9% en Suzuki y 5.9% en Isuzu. Por ello, sumar a Nissan a su portafolio hubiera complicado aún más el equilibrio competitivo de la industria automotriz japonesa. El propio Akio Toyoda, presidente de Toyota, había expresado escepticismo ante la “superfusión” entre Nissan y Honda, argumentando que ninguna de las partes se había acercado antes a su corporación.
El intento de unión entre Nissan y Honda fue visto como una estrategia desesperada para hacer frente a los cambios que sacuden a la industria automotriz: la electrificación, las tensiones comerciales globales, la disrupción tecnológica y el ascenso de fabricantes chinos. Nissan, en particular, enfrenta una caída de más del 90% en sus ganancias, una reducción alarmante que puso a la marca contra las cuerdas.
Aunque la posibilidad de una megafusión quedó descartada, el entorno sigue siendo volátil. Con Honda fuera del panorama y Toyota manteniendo silencio, Nissan continúa buscando salidas para sobrevivir.
No obstante, no hay que olvidar la puesta en marcha del plan Re:Nissan, que incluye la eliminación de 20 mil empleos, el cierre de siete plantas y un recorte del 70% en la complejidad de las piezas. También se contempla reducir la inversión en desarrollo de nuevas plataformas, sin abandonar Infiniti. La meta: estabilizar operaciones internas mientras se buscan alianzas estratégicas.