En 1994 se inauguró la primera agencia de Mercedes-Benz en Guadalajara. Era una pirámide de cristal, similar - toda la proporción guardada- a la del museo del Louvre, en París. En la inauguración, estaba yo acompañado de algunos amigos futbolistas, entre ellos Roberto Assis, que jugaba en los Tecos y más tarde sería el empresario de su mucho más habilidoso hermano, Ronaldinho Gaucho. Cuando destaparon el Clase E, con sus cuatro faros ovalados, un amigo común le dijo, en obvio son de broma: “Manejar uno de esos debe ser como besar a Brooke Shields”, la referencia de belleza de la época. De inmediato contestó: “No lo es”. Y que le replica: “¿Ya besaste a Brooke Shields?”, después de las risas de todos dijo que no, pero que sí había manejado el Mercedes. Tal vez quien haya besado a la actriz estadounidense en esa época opinara igual que él. O no. El punto es que, en ese momento, ambos representaban algo tan distante que sonaba a imposible. Como él, muchos han soñado con conducir un auto de lujo, casi siempre alemán o italiano, pero pocos pudimos realizar ese sueño. Hoy, que hay muchos usados con precios más bajos que un subcompacto nuevo, esto parece tentador para algunos. ¿Vale la pena? Bueno, tal vez sí.
El lado sensato de nuestro cerebro dice que no lo hagamos. Los motivos son de orden económico, ya que es más caro y difícil mantener un auto de lujo que uno normal. La dificultad de encontrar autopartes y mecánicos que sepan trabajar con ellos es mucho mayor y esto aumenta el costo. Las partes también son más costosas y si toca una reparación mayor, como por ejemplo, la necesidad de cambiar una transmisión, esa reparación puede salir más cara que el valor del auto en el mercado, lo que haría inviable mantener ese coche. Pero vamos, si necesitas cambiar la caja automática de un Jetta 2013, probablemente también costará más que el coche, lo que nos deja el dilema eterno de hacerle caso al cerebro o al corazón. Y cuando entra el sentimiento en la ecuación, las cosas pueden complicarse. O no.
El riesgo y las ventajas de un usado
El mayor riesgo de comprar un usado son los posibles defectos ocultos. Es importante verlo con cuidado, descubrir la fecha real de fabricación (en la base de los cinturones de seguridad se puede ver), los documentos en orden y el cuidado con que fue mantenido, lo que se nota mucho mirando la pulcritud del interior. El kilometraje real es también importante, ya que muchos lo alteran. Un escáner en una agencia te puede decir la verdad sobre eso o una simple mirada en el carnet de servicio. Si no lo tienen, desconfía. Y esto es válido para cualquier auto.
Pero cuando entramos al territorio de lujo la revisión es aún más importante, debido a los costos de mantenimiento y reparación.
Claro, mantener un auto de lujo cuesta más y no creo que alguien piense distinto a eso. El sitio estadounidense bigsmobile.com estima que el mantenimiento de un Porsche 911 puede salir en 2,200 dólares por año, mientras el de un Honda costaría alrededor de 730 dólares. Claro, es una diferencia importante, pero también hay una muy fuerte distancia en la calidad de manejo, materiales y tecnología en el Porsche, que tal vez valga la pena pagar por ella. Un Audi, por ejemplo, el mismo sitio calcula en 1,300 dólares por año. ¿Ya no suena tan mal, verdad?
Claro, hay que tomar en cuenta que mientras más viejo más difícil será vender el Porsche o el Audi y más fácil encontrar nuevo dueño para el Honda. Los que prefieren disfrutar la vida hoy, dirán que lo bailado nadie no los quita. Los racionales como yo… comprenderé, preferimos mantener la prudencia.
Pero incluso yo tengo que reconocer que al menos de vez en cuando hay que darse un gusto, o la vida pasará por nosotros insulsa y desabrida como discurso de contador público. Con un riesgo calculado, verificando el estado, el año de fabricación del modelo en cuestión y cuál era la fiabilidad del fabricante entonces, puede valer la pena. Claro, no hablo de un Bugati, cuyo costo se cambiar el aceite es de 20 mil dólares, pero un BMW Serie 5, un Audi A4 o algo más cercano a la realidad de muchos, puede ser interesante, porque no todo debe ser guiado por el cerebro en esta vida.