El Volkswagen Passat de segunda generación (B2) fue un automóvil sumamente exitoso a nivel mundial. En México, este auto se vendió bajo el nombre de Corsar y de hecho, se produjo durante algunos años en nuestro país. Sin embargo, destaca su trayectoria en Brasil y China, donde bajo la denominación Santana, se convirtió en un verdadero auto para las masas, pero de ello hablaremos en otra ocasión.
Y es que, en esta ocasión, nos centramos en Japón donde el Passat B2 tiene una historia bastante particular, ya que allá fue producido y distribuido por Nissan, también bajo el nombre de Santana. Esta colaboración surgió a principios de los años ochenta, cuando importar vehículos Volkswagen desde Alemania resultaba demasiado costoso para el mercado japonés.

El entonces presidente de Nissan, Takashi Ishihara, vio en esa situación una oportunidad: fabricar el Santana localmente, reducir su precio y distribuirlo en los concesionarios de la marca. Las negociaciones comenzaron en 1981 y, para febrero de 1984, la producción ya estaba en marcha en la planta de Zama, Kanagawa. A Nissan le correspondió la fabricación mediante kits CKD y la adaptación ligera del modelo, aunque el auto conservó fielmente los emblemas de Volkswagen en el exterior.
El Santana japonés recibió el código interno M30 y solo unos ajustes menores para cumplir con las regulaciones locales. Entre ellos, una carrocería 5 mm más angosta para evitar el impuesto aplicado a vehículos que superaban los 1,690 mm de ancho, además de una parrilla y faros específicos. De ahí en fuera, el diseño y la estructura eran prácticamente idénticos al modelo alemán.

En cuanto a mecánica, Nissan ofreció tres motores: un cuatro cilindros de 1.8L 100 Hp, un cinco cilindros de 2.0L con 110 Hp y un turbodiésel de 1.6L con 72 Hp. De serie montaba una transmisión manual de cinco velocidades, mientras que los motores a gasolina podían pedirse con caja automática de tres relaciones. Se mantenía así la esencia del Passat europeo, pero con el beneficio de un precio más accesible para el consumidor japonés.
En 1985 llegó la versión Xi5 Autobahn, una variante más equipada que incluía rines de aleación de 14 pulgadas, asientos deportivos tapizados en terciopelo y quemacocos eléctrico. Poco después, en 1987, el Santana M30 recibió una actualización estética con un nuevo frontal y defensas más grandes. El turbodiésel desapareció de la gama y el 1.8 litros bajó su potencia a 91 caballos de fuerza.

Para compensar, Nissan introdujo una opción más interesante: un motor 2.0 litros de cinco cilindros con doble árbol de levas y 140 HP, reservado para las versiones tope. Estas variantes buscaban darle un mayor atractivo al Santana, aunque nunca lograron el volumen de ventas esperado.
Nissan había proyectado comercializar entre 48,000 y 60,000 unidades por año. Sin embargo, en los siete años que estuvo en producción apenas alcanzó unas 50,000 unidades en total. Esto llevó a la marca a poner fin a la fabricación en octubre de 1989, mientras que la venta del inventario continuó hasta mayo de 1990.

Tras terminar el acuerdo de producción, Nissan vendió temporalmente la nueva generación del Volkswagen Passat fabricado directamente por Volkswagen. Pero la colaboración duró poco: en 1991, Volkswagen firmó un acuerdo con Toyota y dejó de distribuirse por la red de Nissan. Así concluyó una de las asociaciones más peculiares de la industria automotriz de esa época.
¿Conocías la historia del Corsar japonés?