
Red Bull Racing ha perdido a su líder más emblemático. Christian Horner, el estratega británico que comandó al equipo desde su fundación en 2005, ha dejado oficialmente la escudería tras una etapa marcada por la gloria, la polémica y, más recientemente, tensiones internas que desgastaron su permanencia. Esta decisión marca no solo el cierre de un capítulo histórico para el equipo, sino el comienzo de una transformación que ya cobró la salida de Sergio “Checo” Pérez el año pasado.
Con apenas 31 años, sin experiencia previa en la F1 y con una formación como piloto frustrado, fue nombrado jefe de equipo en 2005, muchos lo subestimaron, su llegada parecía más una apuesta de marketing que una jugada estratégica.
Horner fue el arquitecto del primer gran ciclo ganador de Red Bull, guiando a Sebastian Vettel a cuatro campeonatos mundiales consecutivos entre 2010 y 2013. Supo rodearse del talento correcto, Adrian Newey en el área técnica, Helmut Marko como consejero deportivo, y una cantera como Toro Rosso que nutrió al equipo de futuras estrellas.
Después del dominio de Vettel, vino una etapa de sequía con Renault como proveedor de motores y el ascenso de Mercedes. Pero Horner no se rindió. Apostó fuerte por una joven promesa neerlandesa llamada Max Verstappen, quien debutó en Red Bull a sus 18 años. El binomio Horner-Verstappen sería clave para devolver al equipo a la cima.
Sin embargo, los últimos años también han mostrado las grietas en la estructura de poder. Las tensiones entre Horner y algunos sectores dentro del Grupo Red Bull comenzaron a crecer. Las acusaciones por conducta inapropiada que enfrentó a principios de 2024 encendieron las alarmas.
Los roces con Helmut Marko, las tensiones con Honda, y una gestión rígida en torno a Max Verstappen comenzaron a pasar factura. Incluso se hablaba de un “equipo de un solo piloto”, lo que, tarde o temprano, afectó también al mexicano Sergio Pérez.
Con Horner fuera, el futuro de Red Bull queda en manos de una nueva directiva que deberá reconstruir la estabilidad interna sin perder competitividad. La pregunta ahora no es solo quién tomará el lugar de Horner, sino si Red Bull será capaz de reinventarse por tercera vez en menos de 20 años.