El primer modelo de ascendencia brasileña que llegó a México, fue el Volkswagen Brasilia, que pese a haber sido producido y comercializado en nuestro país entre 1974 a 1982, en realidad, su desarrollo se llevó a cabo en el gigante sudamericano. Como mero recordatorio cultural, su diseño corrió a cargo de Marcio Piancastelli y sí, en nuestro país fue especialmente recordado por ser el vehículo del Señor Barriga, convirtiéndose en un personaje más en El Chavo del 8.
Desde entonces, una gran cantidad de autos procedentes de Brasil han llegado al mercado mexicano, algunos con mayor o menor éxito. De hecho, a principios del nuevo siglo tuvieron una especie de época de oro, ya que prácticamente todos los fabricantes importaban modelos desde aquel país. Algunos modelos destacados serían los Volkswagen Pointer, Chevrolet Corsa, Ford Ecosport, entre otros.
Sin embargo, la relación comercial entre México y Brasil, no siempre ha sido la mejor, afectando directamente el intercambio de vehículos entre ambos países. Tal vez, el primer problema fue la apreciación del real, que hizo que los pequeños autos que se importaban desde la nación carioca, tuvieran precios altos, haciéndolos poco competitivos frente a la creciente competencia proveniente de Corea del Sur, India e incluso China.
Después, Brasil adoptó una política de proteccionismo, e incluso incrementó la carga de aranceles a los autos procedentes de México. Con ello, el libre comercio entre las mayores economías latinoamericanas tuvo su momento escabroso, el cual llegó a su fin, de manera oficial en 2019. Y cuando las cosas parecían mejorar, la pandemia de covid y la escasez de chips, volvieron a suponer un duro golpe.
De hecho, ello, junto a otros factores, como el hecho, de que los productos hechos en Brasil, están más enfocados en satisfacer la necesidades locales que de exportación, propiciaron que algunos fabricantes cerraran sus fábricas al no ver mayor rentabilidad. Tal vez el caso más sonado fue Ford, pero también Toyota, cerró la que alguna vez fuera su primera factoría que se inauguró fuera de Japón.
Pero bien dicen que donde se cierra una puerta, se abre otra, y la mejor prueba está en Great Wall, que adquirió la planta de Iracemápolis que le pertenecía a Mercedes-Benz. Incluso recientemente, comenzaron a sonar rumores de que Elon Musk, CEO de Tesla, podría construir una factoría en aquel país, la cual estaría enfocada en SpaceX.
Pese al aparente descalabro, la industria automotriz brasileña anunció que en 2021 se produjeron 2.25 millones, lo cual representa un incremento anual de 11.6 por ciento. Y de hecho, para este 2022, la Asociación Nacional de Fabricantes de Vehículos Automotrices de Brasil (Anfavea) estima un aumento del 9.4 por ciento.
La industria de Brasil, parece que se recupera ¿y esto qué tiene que ver con México? Simple, ya que es probable que tal y como hace algunos años, los autos brasileños vuelvan a tener un gran protagonismo en nuestro mercado. Pero no solo me refiero a una forma presencial, sino incluso competitiva.
Hoy en día, la gama de productos que marcas como Renault o FIAT ofertan en México prácticamente está comprendida por productos procedentes de Brasil. De hecho a destacar el desempeño comercial del pequeño Kwid que ha logrado ser un gran éxito para la firma del rombo. Pero no son las únicas, ya que Volkswagen también tiene una presencia importante, sobre todo con Saveiro, pero también hay que recordar que importa Nivus, al mismo tiempo que confirmó la llegada del nuevo Polo 2023 desde aquel país.
Hyundai, es otra marca que recientemente sorprendió al anunciar que sustituye al Accent que se fabricaba en México por el nuevo HB20 2023 hecho en Brasil. Tampoco hay que olvidarse de GM con la Chevrolet Tracker y su futura pickup compacta. Ya que estamos en ello, incluso RAM tiene en las 700 y Promaster Rapid sus vehículos de acceso.
Sin duda, una de las firmas que tiene mayor potencial para aprovechar la infraestructura que existe en Brasil es justamente Stellantis. Y es que no solo FIAT tiene capacidad para exportar gracias a la mejora de productos como Pulse y Pulse Fastback, ya que también Peugeot y Citroën cuentan con una importante presencia industrial en aquella nación. Probablemente algún día tengamos noticias de por ejemplo el Citroën C3 2023. E incluso, no suena descabellado que veamos más modelos Jeep con el sello “fabricado no Brasil”.
Es cierto, los autos brasileños también tienen que superar problemas del pasado, sobre todo relacionados con la calidad de ensamble. Los cuales, pese a la gran mejora, siguen siendo un fantasma que ronda al cliente mexicano. A tal grado, que a veces, tal y como a los chinos, e indios, se les generaliza de pésimos productos, cuando no siempre es así. Pero de que existe área de mejora, no hay duda.
En lo personal, en mi familia hemos tenido dos productos brasileños, un Pointer y un Stepway y sí, ambos presentaron temas con los plásticos usados, pero la realidad es que en el apartado mecánico han cumplido cabalmente. Obviamente, mucho de ello tiene que ver con la costumbre de manejo y manutención del vehículo, pero para una persona que suele viajar frecuentemente y superar la cifra de 150 mil kilómetros con facilidad, no puedo quejarme más allá del tema de materiales y ensambles.
La verdad, es que creo que, si bien la industria brasileña trata de ahora mejorar su calidad para poder poder ser más competitivos en los mercados de exportación (con México en la mira, claro está), aún hay temas por mejorar. Pero, para ello abro el hilo de conversación con mi compañero y colega Sergio Oliveira, el brasileño más mexicano, que, además de extenderle mis felicitaciones por sus 25 años de carrera profesional, seguro nos ayudará a tener un mejor panorama de Brasil y su industria automotriz.
*Esta columna expresa el punto de vista del redactor y no necesariamente el posicionamiento de Autocosmos.