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Motor de arranque: Comprar o no un Mercedes-Benz

Hacernos de aquel auto de nuestros sueños, ¿debemos cumplir ese capricho, sí o no?

Motor de arranque: Comprar o no un Mercedes-Benz

La tarde del martes, 1 de octubre de 1970, la cantante estadounidense Janis Joplin entró al estudio de grabación Sunset Sound, ubicado en la calle de mismo nombre, en Hollywood, California. Dispensó a los músicos y empezó a cantar “a capela”, uno de sus más emblemáticos éxitos: “Oh Lord, won’t you by me a Mercedes-Benz” (¿Oh, Señor, me comprarías un Mercedes-Benz?). Era su forma de ironizar el consumismo en su país, donde la gente asociaba la felicidad, cada vez más, al hecho de hacerse de bienes materiales. 51 años más tarde, yo me pregunto qué tanta razón tenía Joplin, porqué mi corazón me empuja hacia comprar un Mercedes-Benz, pero mi cerebro me dice que tengo otras prioridades.

Muchos podrán preguntarse por qué un Mercedes y no cualquier otro auto, o cualquier otro Premium. Bueno, es una cuestión personal. Mi padre falleció cuando yo tenía ocho años de edad, pero esa escasa convivencia fue suficiente para transmitirme su amor por los autos. Para él los coches alemanes eran los mejores y especialmente, los Mercedes-Benz. Claro que hablaba por deseo más que conocimiento, ya que nunca tuvo dinero para tener uno y no creo que haya siquiera manejado alguno. Pero cualquiera sabe que muy equivocado, no estaba.

Su amor por los Mercedes me hizo tener también un sentimiento especial hacia la marca y la primera vez que conduje uno, un C200 Kompresor en el ya lejano 1998, no pude evitar hacerlo secándome unas cuantas lágrimas. Pero lo que realmente me mueve es un día tener yo mi propio Mercedes-Benz, como él soñó en vida. Hacerlo sería para mí retribuir el amor que me mostró siempre, que lo hizo sentarme alguna vez en sus piernas y sostener el volante de su DKW para manejarlo, algo que recuerdo tan vívidamente como si hubiera pasado hoy por la mañana. Claro, en esa época no se tenía mucha consciencia sobre el tema de la seguridad al conducir, si la hubiéramos tenido, no mantendría yo tan clara y agradable memoria.

Soy fan confeso de los autos alemanes y ya tuve varios, incluyendo a dos BMW, que compré por buenas oportunidades y por vivir el sueño del auto premium, pero Mercedes sigue una asignatura pendiente. ¿Por qué?

Vivir o precaver

Nunca fui adinerado y a mi edad, no creo serlo un día. Vivo con cierta tranquilidad económica, pero tengo que trabajar todos los días para ello. No es queja, es solo una forma de decir que no cuento con una empresa que trabaje para mí mientras estoy de vacaciones. Unos días sin hacer nada significan unos días ganando menos o ningún dinero. Usar mis ahorros para el enganche de un Mercedes implicaría renunciar, o al menos posponer el plan de comprar esa segunda casa que más tarde pudiera rentar para tener un ingreso para mi esposa y para mí. Y eso no me parece responsable.

Pero no es fácil resistir. Hace cerca de dos años estuve a punto de caer en la tentación al visitar el departamento de usados de un distribuidor en Guadalajara. Ahí estaba un hermoso C 200 convertible, color gris oscuro con techo de lona rojizo. Era modelo 2018 y no sé si me sentí triste o aliviado de que ya estuviera vendido.

Sí, es verdad que solo se vive una vez y que si mañana nos aplasta un camión, solo lo que vivimos “llevaremos” con nosotros. Pero como dijo un buen amigo un día: ¿Y si no te aplasta un camión? ¿De qué vas a vivir cuando ya no puedas o no quieras trabajar?”.

A Janis Joplin no le aplastó un camión, pero murió cuatro días después en su cuarto de hotel en Los Ángeles, supuestamente de sobredosis de heroína. En el estacionamiento no había un Mercedes, pero sí un Porsche, el auto que manejaban todos sus amigos, según la misma irónica canción. Como todas las ironías, ella que gritaba en contra del consumismo, no era capaz de resistirse ante él. Ella podía hacerlo. Era, literalmente, una rock star y sabía que su futuro financiero estaba resuelto, pero no es mi caso. Por eso veo hoy un Clase E coupé y vaya que se me antoja ponerlo en mi cochera, darle a mi padre ese aventón imaginario que seguramente me arrancaría aún más lágrimas. Pero al igual que los consejos que doy a los que me lo solicitan, debo ser racional no solo al hablar, también al actuar.

¿O no? Díganme qué opinan.

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