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Motor de arranque: ¿De qué manera quieres a los autos?

¿Y tú, eres de esos que les gusta cuidarlos, modificarlos, correrlos?

Motor de arranque: ¿De qué manera quieres a los autos?

Lo más atrás que llega mi memoria, era yo un niño de tres años de edad cuando me sentaba en una canasta en la cocina de la casa de mis padres, a jugar con su agarradera como si fuera un volante. Mi boca obviamente emitía el sonido de un motor, según yo imitando el Jeep de un amigo de mi padre con su sonoro motor de dos tiempos. Desde entonces los autos han sido parte más que importante de mi vida, probablemente la más importante, al punto de transformarse en profesión. En esa larga convivencia con los coches, he conocido a muchos que comparten ese amor de maneras distintas y si bien esto debiera ser algo enriquecedor, a veces se transforma hasta en rivalidad.

Para muchos, de hecho para la gran mayoría, los autos son solo un objeto capaz de llevarlos de un lado a otro, que no les genera más cariño que un refrigerador o una licuadora. Para mí son bellos, elegantes, poderosos, imponentes. Porque los autos tienen personalidad propia y convivir con ellos representa entenderlos, saber de qué son capaces y de qué no. Siempre me ha gustado tratarlos con cariño, con atención. Me duele cuando caen en un bache. Siento como si un hijo sufriera un golpe. Y no solo cuando se trata de mi coche, también es así con los autos de prueba, algunos miles que he tenido en esos casi 25 años de trabajar con ellos. Me gusta que estén no solo limpios, sino impecables y siento que nadie más que yo es capaz de dejarlos como a mí me gusta. Tuve amigos que en la adolescencia compartíamos esa afición y nos juntábamos los sábados por la tarde para lavarlos juntos, pasándonos tips de un nuevo producto o una forma de alcanzar aquél remoto lugar debajo del asiento que era difícil de alcanzar para limpiarlo. Nadie jamás lo vería pero no importaba, nosotros sabíamos que estaba limpio. Hoy muchos ya no lavan sus coches pero yo lo sigo disfrutando, aunque el tiempo ya no me alcance para hacerlo con la frecuencia que quisiera.

El que ama maltrata

Pero hay los que aman a los autos de otra manera. Hay quienes disfrutan más la adrenalina que los coches les producen, su arranque, la velocidad, el agarre. Disfrutan lo que el auto les puede dar en emoción, no el auto en sí. No puedo decir que eso no me gusta, un auto sin un buen manejo no es digno del verdadero amor. No conozco muchos que disfruten hacer las dos cosas, manejarlos rápido y tratarlos bien. Luis Sillas y Alejandro Konstantonis son dos de ellos. Y también hay amantes que disfrutan otras cosas, como las carreras, incluyendo los dos mencionados.

Para muchos, amar a los autos significa disfrutar también el deporte motor, especialmente la Fórmula 1. Madrugan para ver a una carrera en Europa o se desvelan para asistir al Gran Premium de Australia. Saben perfectamente bien las posibilidades de seguir en el máximo circuito hasta de un piloto oriental de poca o nula trascendencia. En este punto me parezco más a mi amigo y, podemos decir, maestro, Gabriel Novaro. Me encantan los autos, pero podría vivir sin carreras igualmente feliz. Para mí las carreras son más pasión por la adrenalina, un piloto, una escudería y la velocidad, que por el auto.

A otros les encantan modificarlos, sea para poner más potencia, más accesorios o ambos. Un fanático de este tipo es mi buen amigo Héctor de Losada, que ustedes seguramente conocerán mejor como Franky Mostro.

Son tantos los tipos de fanáticos de los autos que hasta por el olor que disfruten pueden distinguirse, como el que le gusta el olor de la gasolina, o el de frenos y hasta de clutch. La gran mayoría de nosotros, sin embargo, incluso varios que no son amantes de los autos, nos fascina el olor a coche nuevo y mientras más fino, mejor. Es un olor que la industria perfumera aún no ha logrado reproducir realmente y si un día lo hace, tendrá una mina de oro en las manos.

Yo soy el amante de su belleza, de su desempeño, del confort y del refinamiento. Siempre he preferido el lujo sobre la potencia, aunque me encante un Ferrari, prefiero un Rolls Royce. Y mi sábado perfecto sería tener el tiempo de lavarlo como me gusta, porque recordando la canción setentera de James Taylor: “Shower the People”, bañar a quien amas es un placer y una forma de demostrar amor.

¿Y tú, qué tipo de amante de los autos eres?

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