La escasez global de semiconductores ha producido muchos daños a la industria automotriz. Tantos que los fabricantes harán 7.7 millones de autos menos a escala global, lo que representa una pérdida de 210 mil millones de dólares. En México el consumidor ya lo ha percibido por la ausencia de autos en los pisos de ventas. Septiembre pasado fue el peor mes en los 10 años más recientes y no por falta de compradores, sino porque no hay autos para atender la fuerte demanda. Es una crisis que comenzó con la paralización de todos los sectores productivos en 2020 debido a la pandemia y se hizo más grave debido a otros aspectos como el incendio en la fábrica de Renesas, una compañía que nace de la cooperación entre Hitachi y Mitsubishi y es uno de los líderes de la fabricación de microchips en todo el mundo. Sumado a esto, la mayor demanda por computadoras, tabletas, laptops y teléfonos inteligentes, producida por el encierro generalizado y el consecuente trabajo desde nuestras casas, el famoso “home office”, hizo que el abasto de esas partes fuera afectado de manera grave. Tan grave que lo que antes se esperaba se resolvería a finales de este año, tiene hoy previsión de resolverse hasta 2023. Y no hay que olvidarse que se trata de esto, una previsión, no una certeza. Si hoy es difícil conseguir coches, al rato será también difícil conseguirlos con mucho del equipo al que ya estábamos acostumbrados.
Con los fabricantes de teléfonos inteligentes viendo su demanda global crecer 10.8% (los aparatos 5G tienen demanda 123 % mayor este año), los chips disponibles para la industria automotriz quedaron aún más escasos, resaltando que los usados por la industria de la tecnología son más avanzados - por lo tanto más caros - y por ello son prioritarios para los que los producen. ¿Entonces, cómo puede la industria automotriz producir autos si no cuenta con todas las partes necesarias para fabricarlos? La solución es algo obvia, aunque no agradable para los consumidores: fabricar autos con menos partes, es decir, menos equipo electrónico, exactamente lo que más piden los consumidores.
Un rato sin quemacocos, llaves inteligentes y pantallas
Los ejemplos de vehículos con menos equipo empiezan a aparecer en todos lados. Algunos de los Nissan están siendo entregados sin sistemas de navegación. Renault ha quitado la enorme pantalla del cuadro de instrumentos frente al chofer. RAM ya no ofrece los espejos que contienen monitor de punto ciego en las pickups 1500. Chevrolet está quitando un módulo de control de consumo de la Silverado y Peugeot no estará usando por un buen periodo de tiempo, el tablero digital 3D del 308, según Automotive News. En México, Audi ya negocia con los clientes por ese tema y si el futuro dueño de uno acepta que venga sin cargador inalámbrico de celular o sin quemacocos, su auto empieza a ser fabricado y tendrá una fecha de entrega más pronta. Si quiere equipo completo, a seguir esperando.
Pese a todo esto, los precios siguen alza. De acuerdo con Kelly Blue Book, en Estados Unidos los precios de los automóviles han subido 8% en agosto pasado comparado al mismo mes del año anterior. Esto pese a que las ventas cayeron 18% en el mismo mes. Es que basado en un estudio difundido por Bloomberg, el porcentaje de costo total de un auto que se debe a la electrónica era de 18% en el año 2000, fue de 40% en 2020 y se prevé será de 45% en 2030. No son los precios altos lo que aleja a los consumidores, sino la escasez. En agosto pasado los distribuidores en Estados Unidos tenían 72% menos vehículos en su inventario que en agosto de 2019.
Los autos, al menos en los próximos dos años, serán más caros y menos equipados. Los que ya están acostumbrados a presionar un botón para prender el motor de su coche, tal vez tengan que re acostumbrarse a girar la llave para hacerlo. Tal vez tengan que hacer lo mismo para abrir y cerrar las puertas. Es posible que algunos ya no puedan disfrutar -o presumir- el techo panorámico de sus autos.
La pandemia aún no ha terminado, como muestran los nuevos contagios y el número de muertes, mucho menos han acabado algunas de sus consecuencias y en la industria automotriz éstas son aún visibles, afectan nuestros bolsillos, nuestras costumbres, nuestro ego. Ojalá no lleguen a afectar también nuestra seguridad al andar en nuestros autos.