No hay duda que la época dorada de Honda, en cuanto a modelos especiales, siempre será recordada: JDM, R, Mugen y Euro R son algunas de las más recordadas. A varios modelos pudimos verlos en Norteamérica, sobre todo, pero hubo uno que se encargó de, literalmente, “enloquecer” a los entusiastas europeos, sólo por su apellido. Adviniste: Honda Accord Euro R.
Para muchos, este es el unicornio más importante que Honda haya concebido. Y es que la nomenclatura “Euro” realmente obedeció a temas de homologación del Accord Type R y que solo estuvo presente en dos generaciones del sedán japonés que, en esos años, provenía de Reino Unido pero, ojo, porque realmente nunca se comercializó en el viejo continente; solo fue un ligero coqueteo de la marca japonesa.
El Honda Accord Euro R “nació” en una época en la que Toyota y Subaru se debatían por la supremacía Rallista, cada uno con sus propuestas, estilos y “sensaciones”, sobre todo en una época en la que era todo más mecánico, “con más fierros de por medio”. Entonces llegó el sedán con sus propias innovaciones y aderezos visuales, pero sobre todo, sin la intención de hacerles frente a estos dos “monstruos”. El Euro R rescataba los elementos más icónicos de un Type R y les daba identidad propia:
- Asientos Recaro
- Volante Momo
- Palanca de velocidades con recorrido corto
- Caratula de instrumentos en blanco con red line a las 7,000 rpm
- Rines de 17”
- Fascias y salpicaderas de diseño más amplio y deportivo
En el apartado mecánico, el Honda Accord Euro R tomaba como base al Accord Type R, de hecho, compartían en mismo motor, sin embargo y curiosamente, el motor de aspiración normal VTEC DOHC de 2.2 litros generaba ocho caballos más en el Euro R (220 hp y 163 lb-pie), entre otros adicionales:
- Suspensión con geometría diferente
- El chasis denotaba un manejo más preciso
- Mejor insonorización
- Dirección asistida regulable
Muchos entusiastas de la marca coinciden en que el Accord Euro R tenía las mejores sensaciones al volante de entre todos los modelos deportivos de Honda. Su manejo era distinto a todo: bien afinado, predecible, preciso y sobre todo, puro, sin dejar de ser un auto manejable en el día a día. Tenía esa pureza que en la actualidad se ha perdido en el afán de la electrificación y de conseguir las mejores cifras de rendimiento.