
El jefe del Consejo de Trabajadores de Audi, Jörg Schlagbauer, también vicepresidente del consejo de supervisión, ha sido claro al respecto, ya que afirmó que cualquier plan para construir una fábrica en suelo estadounidense deberá ir acompañado de garantías sólidas para mantener el empleo y la producción en Alemania.
El planteamiento surge en un contexto complejo. Las exportaciones de Audi hacia Norteamérica enfrentan fuertes aranceles, impulsados por la política comercial del expresidente Donald Trump y su línea dura contra las importaciones.
Esto ha puesto sobre la mesa la idea de fabricar directamente en EE. UU., algo que Volkswagen, su empresa matriz, ya hace con una planta en operación y otra en construcción para la marca Scout.
Sin embargo, Schlagbauer subrayó que no ve una necesidad inmediata de aumentar capacidad productiva fuera de Alemania. “No nos negamos a discutir el tema, pero por razones de capacidad no vemos necesario construir una planta en Estados Unidos en este momento”, señaló en declaraciones enviadas a Bloomberg.
El líder sindical añadió que, si finalmente se decide abrir una planta por motivos políticos, no puede ser “a costa de los empleados y de la utilización de capacidad en Alemania”.
La demanda en China se ha enfriado, las ventas en Europa están planas y las plantas alemanas de Audi y Porsche operan por debajo de su capacidad. Mover parte de la producción fuera del país podría agravar la situación y encender tensiones laborales.
Por eso, los representantes de los trabajadores están listos para negociar, pero con la condición de que cualquier expansión venga respaldada por compromisos a largo plazo sobre el volumen de producción local y la seguridad de los puestos de trabajo.
En la práctica, el debate de Audi es una muestra de un problema mayor para la industria automotriz alemana: adaptarse a la presión geopolítica y comercial sin sacrificar su base industrial en casa.
Con Estados Unidos endureciendo su postura comercial y limitando incentivos para los vehículos eléctricos importados, fabricar localmente parece una jugada lógica. Pero para la plantilla alemana, el riesgo de perder relevancia productiva es demasiado alto como para dejarlo pasar sin condiciones claras.
Por ahora, todo está en manos de la dirección de Audi: o asegura el futuro de sus fábricas en Alemania o se enfrentará a una dura resistencia sindical, incluso si los vientos políticos empujan hacia la expansión en Estados Unidos.