
Se anunció un arancel antidumping preliminar del 93.5% sobre el grafito importado desde China. Sumado a tarifas ya existentes, el golpe final será de 160%, encareciendo de forma significativa un material clave en la fabricación de ánodos para baterías de ion-litio.
La decisión responde a una petición en diciembre pasado presentada por un grupo de productores locales (American Active Anode Material Producers), quienes argumentaron que China estaba subsidiando injustamente el grafito para desplazar competencia en EE.UU.
La resolución final se conocerá el 5 de diciembre, pero el mensaje está claro: Washington quiere cortar su dependencia del grafito chino, cueste lo que cueste.
Y el costo no es menor. Según CRU Group, este nuevo arancel podría añadir 7 dólares por kWh a cada celda de batería, eliminando prácticamente el margen de utilidad de fabricantes coreanos por uno o dos trimestres completos.
Para Tesla y Panasonic, que ya habían presionado contra esta medida, es una mala noticia: no hay oferta local suficiente que cumpla con los estándares de calidad y volumen que exige el mercado de EVs.
El impacto inmediato ya se siente. Acciones de proveedores chinos cayeron, mientras que firmas de grafito en Australia, Corea, Canadá y EE.UU. subieron con fuerza.
La australiana Syrah Resources se disparó 38%, Posco Future M ganó 24% y Westwater Resources (EE.UU.) subió 15% tras confirmar que su planta en Alabama, con acuerdos con Stellantis y SK On, tendrá capacidad para producir 50,000 toneladas anuales en 2028.
Actualmente, China representa casi el 66% de las importaciones de grafito de EE.UU. y domina el procesamiento global de este material. Según la Agencia Internacional de Energía, el grafito es uno de los materiales más expuestos a riesgos de suministro y su diversificación es “urgente”.
Aunque se esperan avances con ánodos de silicio a partir de 2030, el grafito seguirá siendo el estándar en los próximos años.
Esta medida podría ayudar a desarrollar una industria local, pero mientras eso sucede, los costos y la presión sobre el desarrollo de baterías y almacenamiento energético seguirán aumentando.
Una jugada política con consecuencias técnicas y económicas profundas para el futuro eléctrico de EE.UU.