
En Twisted apuestan alto y por eso crearon el TBug porque sí, porque se ve bien y punto. Tomaron la idea del Baja Bug original y la pasaron por su filtro de obsesión por la ingeniería bien hecha. El resultado es una máquina cruda, honesta, construida para manejarse duro.
Empieza con un clásico Beetle enfriado por aire, de los 60 a los 80. Se desarma hasta los huesos. No se utilizan parches, ni soldaduras innecesarias, en estos menesteres se trata de volver al origen, pero con visión de futuro. Parece inspirado en el Tamiya Monster Beetle, ese juguete a control remoto que volvía un Vocho en un Monster Truck.
Cada TBug se arma desde el chasis. Se refuerza, se sella, se le mete suspensión de largo recorrido para devorar cualquier terreno. La carrocería es al puro estilo Baja. Completamente funcional, ruda y única.
Sí, tiene el doble de potencia, aunque no pasa de los 80 caballos. ¿Importa? No. Lo que cuenta es el carácter. El agarre de las llasntas BFG, la frenada mejorada, la sensación mecánica pura. Nada sobra y todo tiene razón de ser.
Y cada TBug es único. No hay modelo básico, no hay concesiones. Tú eliges color, especificación, equipamiento. Ellos lo hacen a la Twisted. Con los mejor de lo mejor, sin atajos.
Para Charles Fawcett, fundador de Twisted, esto no es sólo un auto. Es el eco de su infancia: los posters del Baja en la pared de su hermana, el sueño californiano a miles de kilómetros. Hoy, Twisted lo puede meter en tu cochera… o en tu yate.
El TBug le da nueva vida al ícono escribiendo un segundo capítulo en su historia, mejorándolo, haciéndolo más deseable.