El camino de transformación hacia una movilidad eléctrica es parte de la agenda central de casi todas las automotrices y gobiernos, y algo de lo que se habla mucho como forma de contener el cambio climático provocado por la humanidad. Pero bajo un sistema mundial donde siempre termina primando las ganancias corporativas antes que el bienestar social, las cosas no son tan simples como parece, y lo que se está haciendo es simplemente trasladar la contaminación de las ciudades a las zonas industriales, o peor aún, de los países ricos a los países pobres.
Ejemplo de esto es lo que está pasando en Indonesia, que está sufriendo en carne propia el florecimiento de los vehículos eléctricos en China. En menos de una década, el Parque Industrial Indonesia Morowali (IMIP) ha liberado suficiente contaminación como para que la gente de la aldea vecina de Kurisa ya no pueda pescar ni depender de los ríos como fuentes de agua segura. Esto se debe porque allí hay una refinería de níquel de capitales chinos, que se hizo propietaria de una gran parte de la isla y está causando estragos.
Las islas que componen el archipiélago de Indonesia están entre las reservas de níquel más grandes del mundo, algo similar a lo que sucede en Australia. Estas reservas han llamado la atención de China, que ha invertido miles de millones de dólares para comprar acceso a todo el níquel que Indonesia puede extraer y refinar.
Esto sucede en otras partes del mundo, y un ejemplo de eso es lo que sucede en la zona compartida entre Argentina, Bolivia y Chile, con enormes reservas de litio que ya están comenzando a ser explotadas masivamente y de las que hay serias dudas sobre el impacto ambiental que pueda provocar semejante industria. Quizás lo que está pasando hoy en Indonesia pueda servir de advertencia.
La doble cara de la transición energética
En la mayoría de los lugares del mundo, la transición a los vehículos eléctricos depende de los combustibles fósiles, no solo para generar la energía necesaria para cargarlos, sino también para fabricarlos. Al fin y al cabo, lo que se está logrando es que algunas ciudades de países ricos puedan tener el aire un poco más limpio al tener un parque automotor eléctrico, pero a costa de que otras zonas industriales y países más empobrecidos que sólo tienen materias primas tengan que pagar las consecuencias de una mayor contaminación provocada por la extracción de minerales y generación de energía.
En lugar de traer prosperidad y desarrollo, la alianza de las corporaciones con los gobiernos de países tercermundistas terminan perjudicando a las personas en situaciones más vulnerables. Es, por así decirlo, un camino sucio hacia la energía limpia.