Salí a conducir en una aparentemente tranquila mañana de jueves. El hermoso cielo de Guadalajara parecía más radiante que nunca y la temperatura de noviembre hacía el día aún más agradable. De repente un conductor en una Estaquitas sale de una calle vecinal hacia una avenida y entra sin mirar, ni frenar, casi chocando con el auto adelante de mí, que “amablemente” le tocó el claxon cinco veces, en un tardío homenaje al 10 de mayo. No pasó de un susto, por fortuna. Seguí mi camino, aún relajado y de buen humor. A las dos cuadras, a alguien en un Aveo le pareció que el coche adelante de él circulaba demasiado lento y decidió que era hora de cambiar hacia el carril de la derecha y rebasarlo, naturalmente sin importar que en ese momento yo ocupara ese lugar. ¿Ya se dieron cuenta que hay conductores que piensan que las leyes de la física permiten que dos cuerpos ocupen el mismo lugar en el espacio al mismo tiempo? Un toque fuerte en el freno, un “volantazo” y no pasó a mayores. Unos minutos más tarde veo a alguien haciendo una vuelta en “U” no permitida. Luego dos autos que se pasan el semáforo cuando ya les tocaba el rojo y un autobús que decide entrar a una calle fuera de su ruta porque el chofer opinó que había demasiado tráfico en la avenida que le tocaba. Si alguien esperaba su camión en una parada cercana, probablemente tuvo que esperar el siguiente, perdiendo un tiempo que tal vez no tenía. ¿Acaso estaba todo mundo más agresivo que de costumbre? Lo peor es que no.
Pronto me di cuenta que tenía prácticamente dos semanas manejando en Estados Unidos y que más bien, me había ya acostumbrado a la forma de conducir de allá. No que sean un ejemplo de manejo impecable. Hay también los que no respetan los leyes y en la mayoría de los casos lo hacen al circular más rápido de lo debido. Pero aún así, la gran mayoría lo hace dentro de un cierto margen de tolerancia. Si la autopista tiene límite de 70 millas por hora (unos 110 km/h), muchos circulan a 80 km/h. Es más peligroso, de hecho, conducir ahí por debajo de 50 millas por hora que arriba de 70 y está prohibido hacerlo por debajo de 40 km/h.
Lo prohibido y lo penalizado
Claro que hay leyes que no son tan estrictas, como el ya mencionado límite de velocidad, pero es muy, muy difícil ver que alguien en el vecino del norte se estacione en una cochera o circule en sentido contrario en una calle solo porque “mi casa queda más cerca de esa esquina”. Las sanciones no solo son severas, sino que, lo más importante, las hacen cumplir.
Un amigo me solía repetir lo que muchos dicen sobre la educación vial: “Educar a un mexicano cuesta ocho dólares”, que es el costo del seguro para entrar con nuestro auto a la unión americana. Porque allá, los mexicanos conducimos bien, respetamos la mayoría de los reglas, conscientes de que si nos para la policía, no lo vamos a resolver con un “retrato de Diego Rivera”.
La realidad es que conducir en ambientes con poca cultura vial y elevada impunidad, es como ir adquiriendo anticuerpos. Vas aprendiendo un poco lo que hacen los demás y te vas previniendo. Cuando ya no te toman por sorpresa, es más fácil prevenirte y evitar accidentes. Pero algo curioso es que las infracciones viales comunes cambian de un lugar a otro. Cuando fue a China por primera vez, aunque no conduje, me fue muy difícil prever lo que iban a hacer los que conducían autos y motos. En Corea del Sur, donde sí pude manejar, fue aún más raro, aunque desafortunadamente no me acuerdo el tipo de cosas que hicieron, pero me sorprendieron mucho.
Entonces ahora, ya “acostumbrado a lo bueno” al estar varios días en vecino del norte, no solo vuelvo a México y a nuestra forma, digamos, más “relajada” de conducir, sino que estoy a punto de ir a Brasil, donde ya hace rato perdí la costumbre de manejar y me será aún más difícil que en México prever qué harán los brasileños al volante. Porque sí lo harán y además, ellos tienen una desventaja, no se les puede “educar” con ocho dólares, no tienen la fortuna de vivir “tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.