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Autos clásicos

André-Gustave Citroën, el ingenioso hombre fundador de la marca de autos que lleva su apellido

Un personaje que influyó de manera radical en la industria automovilística gracias a su capacidad para anticipar múltiples aspectos innovadores para su época.

André-Gustave Citroën, el ingenioso hombre fundador de la marca de autos que lleva su apellido

Dentro de la lista de los hombres leyenda que forjaron industria del automóvil está presente un francés que fundó una marca de autos que lleva su apellido: André-Gustave Citroën.

Nacido el 5 de febrero de 1878 en París, Francia, André-Gustave Citroën, fue el menor de cinco hijos de una familia cosmopolita, dedicada a los negocios.

Su padre, Levie Citroën era un comerciante de piedras preciosas, hijo de Barend, un orfebre artesano, hijo a su vez de un vendedor de fruta holandés de nombre Roelof, nacido sin apellido.

En 1811, Napoleón I ordenó la realización de un censo que obligaba a que todos aquellos que no tuvieran apellido recibieran uno y fue entonces cuando Roelof, en referencia a su profesión, fue llamado Limoenmann (literalmente “el hombre de los limones”).

Cuando uno de sus hijos, Barend, convertido en orfebre artesano, se casó con Netje Rooseboom, debió de cambiar de apellido, ya que el padre de la chica, mayorista de relojes, se consideraba de un nivel superior, por lo que solo consintió el matrimonio con la condición de que Barend modificará su apellido.

Fue así que Barend Limoenmann se convirtió en Barend Citroen, nombre que en holandés se escribe sin diéresis y significa “limón”.

Para poder continuar el comercio de piedras y metales preciosos del padre, Levie, uno de sus 12 hijos, se trasladó a Varsovia donde se casó con Masza Amalia Kleimann.

Esta nueva familia decidió abandonar Polonia (entonces bajo dominación rusa), y después de valorar la posibilidad de emigrar a América, acabó optando por mudarse a Francia.

Fue en París, donde Barend decidió dar una connotación francesa a su apellido y añadió una diéresis encima de la E para dar de este modo origen a la familia Citroën.

A diferencia de sus hermanos, André-Gustave no estuvo involucrado en el negocio de la familia, ya su interés era en todo aquello que fuera moderno y tecnológico.

Tras estudiar en la Escuela Politécnica de París, dónde se tituló en ingeniería, André-Gustave puso en práctica la herencia familiar por los negocios.

En 1900, durante un viaje a Polonia, tuvo la oportunidad de visitar fábricas especializadas en mecánica de precisión para familiarizarse con la maquinaria utilizada.

Durante una de estas visitas a una fábrica descubrió algo que marcaría profundamente su vida en el futuro: un tipo de engranaje con los dientes en diagonal para multiplicar o reducir de manera notable la fuerza y el movimiento de la imponente maquinaria (de ahí nace su logotipo). De inmediato, decidió comprar la patente y desarrollarla a escala mundial.

Así, en 1902, André-Gustave funda la empresa Acería André Citroën que fabricaba materiales para la construcción y para los astilleros navales, además de “ruedas dentadas de doble hélice”, es decir, los engranajes de la patente polaca.

Fue en 1908 cuando André Citroën llegó al mundo del automóvil, luego de aceptar la dirección de una famosa firma automovilística, la de los hermanos Mors, especializada en autos de lujo y de carreras.

Para resolver los enormes problemas de deuda de la empresa, André consiguió encontrar financiación en un rico joyero de origen armenio amante de los autos de competición.

Recuperada la situación bancaria llegó el momento de dedicarse a la producción poniendo en práctica todas las nuevas ideas sobre la cadena de montaje y la producción industrial vinculadas a la personalización.

De este modo, en 1910, Mors pasó de la producción artesanal que no le permitía más que fabricar una decena de unidades al mes a una producción industrial de 646 unidades mensuales.

Aunque los Mors no fueron nunca los autos accesibles con los que André siempre había soñado, consiguieron un excepcional éxito en ventas hasta la llegada de la Primera Guerra mundial, lo que comportó su declive.

Después de este mal paso, André no abandonó sus ideas y en 1919 en París, en la fábrica André Citroën nació el Citroën Type A 10 HP, un automóvil construido en gran serie, ni de lujo ni de carreras, sino económico, robusto, fácil de reparar y, si bien no todavía al alcance de todo el mundo, sí accesible para muchos.

Type A fue el primer automóvil europeo construido en serie y el primer vehículo francés con volante en el lado izquierdo que podía ser conducido por cualquiera.

Se comercializaba con motor cuatro cilindros de 1.3 litros que podía alcanzar una velocidad de 65 km/h, capota, llanta de refacción, faros y equipo eléctrico, por 7,950 francos (un precio muy bajo para la época).

Al poco tiempo, se ofreció en diferentes acabados y caracterizado por colores brillantes como el azul o el amarillo que destacaban en un panorama de autos mayoritariamente negros.

De construir 2,810 vehículos en 1919, la empresa fue aumentando el volumen de producción al grado que en 1925 alcanzó los 61,487 vehículos.

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