Se ha vuelto común que, ante la falta de visibilidad nocturna por parte de los conductores, estos recurran como solución inmediata a encender las luces altas, o bien colocar luces de mayor intensidad a las que sugiere el fabricante.
Aunque esta podría ser un buen recurso, hay que pensar en dos cosas: en los demás automovilistas, que resultan deslumbrados; y en la salud. Por más que se pongan luces extras, la falta de visibilidad en la noche aumenta día a día, por lo que mejor es acudir con un médico para resolver esta situación.
Está comprobado que uno de cada diez conductores, presenta dificultades de visión incluso en condiciones óptimas de iluminación. Dicho porcentaje aumenta hasta casi el 40 por ciento si hablamos de baja iluminación, lo que supone la detección tardía de informaciones relevantes para el automovilista, mayor esfuerzo en la interpretación de las señales de tráfico o dificultad en la estimación de distancias o velocidad de otros vehículos.
Ante un deslumbramiento, la mitad de los conductores tarda más de 20 segundos en recuperar totalmente la visión central. A esto hay que sumar que poco más de 20 por ciento de los conductores presentan deficiencias en campimetría (vista lateral). Ahora bien, a esto hay que sumar que independientemente si hay problemas en la vista la edad se vuelve en un factor. Y es que a partir de los 45 años la capacidad de reflejo se incrementa de manera notable.
Todas estas cifras y datos cobran especial relevancia si tenemos en cuenta que a 120 km/h, un tiempo de recuperación de solo 5 segundos significa recorrer 170 metros sin una visión correcta.
Considerando lo anterior, es sumamente importante tener una buena visión para elevar la seguridad al volante, a través de exámenes de la vista específicas, complementarias al examen visual habitual. Una prueba de la vista no solo está enfocada para ver bien de cerca o de lejos, sino que también existen otros parámetros como la agudeza visual binocular de lejos, sensibilidad al contraste, capacidad de recuperación ante un deslumbramiento, percepción cromática y campo visual, entre otras variables.
A continuación, especificamos en qué consiste cada una de las discapacidades de la vista, mismas que si son corregidas nos ayudarán a tener una conducción más segura, sobre todo durante la noche.
Ametropía
Ya sea miopía o hipermetropía, este mal dificulta que se vean con nitidez señales o marcas viales, así como el cálculo erróneo de distancias de seguridad, velocidad de otros vehículos y, en consecuencia, de los tiempos de reacción.
Agudeza visual
Esto afecta a la capacidad de adaptación y reacción en situaciones como el amanecer o el atardecer, además de complicar la conducción en condiciones climatológicas adversas. Es importante destacar también que la conducción nocturna con mala visión es un claro riesgo ya que reduce la agudeza visual en un 70 por ciento y la captación de la profundidad puede llegar a ser 7 veces menor.
En condiciones óptimas de iluminación, existe la posibilidad de tener dificultades, lo que supone la detección tardía de estímulos, mayor esfuerzo en la interpretación de las señales de tráfico o dificultad en la estimación de distancias o velocidad de otros vehículos.
Deslumbramiento
En el caso del deslumbramiento por otro vehículo, situación a la que reconocen enfrentarse con mucha o bastante frecuencia los conductores, o el deslumbramiento a la salida de un túnel, la capacidad de recuperación es clave. En ciertos casos, los automovilistas tardan más de 20 segundos en recuperar totalmente la visión central tras un deslumbramiento. Curiosamente los conductores profesionales muestran un tiempo medio de recuperación menor que los conductores no profesionales.
En este punto las primeras horas de la mañana o de la tarde, la conducción nocturna en carreteras de doble sentido, las entradas y salidas de túneles o situaciones en las que el cambio de iluminación es brusco, pueden dejar bloqueada la visión durante un tiempo con los consiguientes riesgos para la seguridad.
Campimetría
Analizando la campimetría, extensión del campo visual del ojo, desde los 45° a los 100 °, muchos de los conductores presentan deficiencias, lo que supone dificultades para gestionar situaciones de tráfico como intersecciones, cambios de carril o rebases. Los problemas en campimetría tienen mucho que ver en los atropellos a peatones (la mayoría por irrupción lateral), entorpece la visión de los retrovisores, incrementa el ángulo muerto y dificulta el campo visual conforme aumenta la velocidad.
La disminución de la amplitud del campo visual a altas velocidades, unida a la que ya se produce de manera natural por el efecto túnel sería a 65 km/h el campo visual es de 70°; a 100 km/h es de 42°; a 130 km/h se reduce a 30°, por lo que el riesgo de un accidente se multiplica si el conductor ya cuenta con dificultades de por sí.