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Historia del turbo, un soplador de energía

Ahora extendida, esta tecnología tiene un largo e interesante camino.

Historia del turbo, un soplador de energía

Si bien en los 80s era una tecnología prácticamente salida de la fantasía (¿recuerdas a K.I.T.T. y su Turbo Boost?), en la actualidad el turbocargador no sólo se asocia al performance, sino también a la eficiencia de combustible. Abanderado de la tendencia del downsizing (reducir cilindrada sin renunciar al desempeño), tiene una historia mucho más larga de lo que piensas cuyos primeros pasos no están directamente asociados al mundo de los autos.

Pre-historia del turbo

Sus primeros pasos no están directamente asociados al mundo de los autos.

A comienzos del Siglo XX, el Dr. Alfred Büchi, Ingeniero en Jefe de Sulzer Brothers Research and Development, tenía un problema: debido la disminución de la densidad del aire, los motores aeronáuticos perdían potencia cuando alcanzaban grandes alturas. Así, en 1905 patentaba un invento que “soplaba” más aire dentro de los cilindros: el Turbocompresor.

En 1919 General Electric ponía en ascenso las acciones del invento, y lo hacía literalmente ya que lograba “escalar” a 33,113 pies con un biplano Lepere.

En cielo y en la tierra

El turbo tocaría el cielo luego de la Primera Guerra Mundial cuando J.C. Garrett creo una nueva compañía que inmortalizaría su apellido. Produciendo inicialmente intercoolers (enfriadores de aire) que se utilizaban en grandes aviones con turbo como el Boeing B-17, en 1954 crea una división dedicada exclusivamente a la producción de turbos para vehículos: Garrett Automotive. Sin embargo, aún faltaba para que el estallido de poder automotriz ya que las primeras aplicaciones estuvieron destinadas al mundo comercial y los motores diesel.

La vanguardia automotriz

A 57 años de la primera patente del Dr. Alfred Büchi, llegó el turbo llegó a los autos de serie y a falta de un modelo fue en dos. Entre 1962 y 1963 debutaban los Chevrolet Corvair Monza y Oldsmobile Jetfire, modelos que dejaron en claro dos cosas, que los turbos aumentaban la potencia y que el sistema era tan complejo que los beneficios no alcanzaban a superar los problemas.

Es importante aclarar que los turbos ya se utilizaban en el mundo automotriz, pero estaban limitados al uso en competición y no equipaban a modelos de producción en serie. La segunda aclaración es que el Turbocompresor no es lo mismo que el Compresor mecánico que era más utilizado y cuenta con una patente realizada por Gotlieb Daimler en 1885.

Crisis del petróleo

Si estabas esperando que los turbos se impusieran en la industria automotriz en los 70s, te vas a decepcionar un poco. Es verdad que su uso comenzó a hacerse más importante a partir de la crisis del petróleo de 1973, pero no terminaron en los autos, sino en los utilitarios pesados, a tal punto que a partir de los 80s casi no hay camiones que no estén turbocargados.

En el caso de los autos, los turbos comenzaron a hacerse notar, pero en modelos muy puntuales como el Mercedes-Benz 300 SD que en 1978 se convirtió en el primer auto turbodiésel de uso particular. También se estrenaron el BMW 2002 Turbo en 1973 y el Porsche 911 Turbo en 1974; el primero duró hasta el 74, el segundo inició una zaga mítica para la marca.

CanAm, F1 y la escalada de los caballos

Al mismo tiempo que los turbos comenzaban a despuntar en las calles, a las pistas llegaban con mayor violencia Entre 1972 y 1973 Porsche dominó la categoría Can-Am con su 917/30 que tenía un 12 cilindros opuestos de 5.4 litros y dos turbos capaz de producir la friolera de ¡1,580 caballos!

En Le Mans también comenzaron a reinar los turbo desde 1976 con Porsche y el Renault Alpine A442B, solo que este último dio coraje a la casa del rombo para lazarse a la F1, una decisión que cambió el panorama de la máxima categoría a partir del debut del RS01 el GP de Gran Bretaña de 1977.

Y en los rallyes la historia seguiría el mismo caminio, en los 70s con alucinantes modelos como el Lancia Stratos (que llegó a tener Compresor y Turbo), pero especialmente a partir de 1982 con la introducción del titánico Grupo B.

80s y todo es Turbo

¿Quién inició la fiebre del Turbo en los 80? El disparo viene de uno de los lugares menos pensados, de la nórdica Saab y su 99 Turbo presentado en 1978.

Si señores (y señoras) la segura, pero innovadora marca sueca fue la encargada de demostrar que un modelo práctico y de uso diario podía ofrecer potencia y diversión al volante. Además, en lugar de colocar un turbo grande, que produciría mucha demora en la entrega, Saab utilizó una turbina chica que daba un andar suave y 138 caballos. ¿Te parece poco? recuerda que estamos en 1978, y un 320i desarrollaba 115 Hp. Obviamente teníamos al 911 Turbo, pero el modelo sueco era muuuucho más accesible.

Ascenso final y regreso a la primera plana

Así, entre Saab, la crisis del petróleo y la competición se dio inicio a una nueva era gobernada por los turbos. Piensa en nombres como Ferrari GTO y F40, Volvo 240 Turbo Wagon, las siglas TDi impuestas por Audi, Cosworth y Ford o el muclecar más inesperado de su época, el Buick Grand National.

Entre Saab, la crisis del petróleo y la competición se dio inicio a una nueva era gobernada por los turbos.

En los 90s tuvimos grandes nombres como los Lancer EVO e Impreza STi, pero la demora en la entrega típica de los deportivos turbo y las mejoras en los terrenos de inyección y variadores de válvulas fueron jugando en detrimento del Turbo. Sin embargo, nuestro amigo tendría un regreso y esta vez no sería como abanderado de la potencia sino de la ecología al combinarse con inyección directa y otros adelantos para reducir cilindradas y consumos, pero sin perder potencia.

Ah, y también Bugatti se ocupó de usar turbos, puntualmente 4 colocados en el W16 de 8.0L del Veyron que es todo lo contrario a ecológico, pero nos dejó a todos con la boca abierta cuando arribó en 2005 con 1,001 caballos de fuerza.

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