
Rolls-Royce Motor Cars acaba de presentar una de sus comisiones más entrañables y sorprendentes: el Spectre Bailey, un auto de lujo inspirado en el Labrador-Golden Retriever de una pareja de clientes estadounidenses. Este único en el mundo no solo refleja el poder del programa Bespoke, sino también cómo la pasión y el amor pueden transformarse en diseño automotriz de la más alta artesanía.
El Spectre Bailey fue concebido a través del Private Office de Nueva York, un espacio exclusivo para clientes Bespoke. La carrocería luce una pintura bitono desarrollada especialmente en Goodwood: Crystal Fusion sobre Beautiful Bailey, un tono inspirado en el suave pelaje de la oreja del perro. El conjunto se completa con la línea Coachline pintada a mano en oro rosa, que reproduce con precisión la huella de Bailey, replicada también en la figurilla Spirit of Ecstasy.
El interior es otra declaración de cariño. Tapizado en cuero Moccasin y Crème Light, con acentos Dark Spice y Casden Tan que recuerdan el pelaje del perro, el habitáculo brilla por su trabajo artesanal en madera de nogal. El centro de atención está en la marquetería ubicada en la cascada trasera, donde un retrato de Bailey compuesto por más de 180 piezas de madera natural tardó más de cuatro meses en completarse. Cada tono, veta y textura fue elegido para recrear el calor y la expresión del can, llegando a usar nueve tipos de madera que ofrecieron 22 tonalidades distintas.
La huella de Bailey aparece de nuevo en el tablero del copiloto y en las molduras de las puertas, grabadas en las placas de los estribos Bespoke Rose Gold. Son detalles que convierten cada acceso al auto en un instante íntimo de homenaje.
“Spectre Bailey es todo lo que soñamos y más; un tributo alegre a nuestro leal compañero”, expresaron los clientes al recibir su auto. Por su parte, Phil Fabre de la Grange, jefe de Bespoke en Rolls-Royce, recalcó que este proyecto demuestra que la inspiración puede venir de cualquier lugar, incluso de la conexión más personal y emocional.
Esta es la prueba de que, para Rolls-Royce, la personalización no tiene límites: cada detalle es un tributo eterno a un amigo que dejó huella.