Hoy día, es relativamente común que los avances tecnológicos propicien la proliferación de motores que, a pesar de su bajo cilindraje, cuentan con cifras de consumo y potencia bastante eficientes. Pero hace 100 años estos principios no existían, por lo que, si se quería una alta dosis de poder, la solución más viable era crear gigantescos propulsores.
Más allá de los afamados muscle cars (dignos representantes de esta filosofía), mucho antes existieron vehículos como el Pierce Arrow Model 66, el cual al momento de su lanzamiento en 1913 contaba bajo el cofre con un motor de seis cilindros de 13.5 litros. Sólo para contextualizar cada cilindro tiene más de 2.2 litros, y el desplazamiento total podría dar cabida a 11 propulsores TSI de 1.2 litros como los que actualmente fabrica el Grupo Volkswagen.
Este automóvil fabricado por la extinta compañía estadounidense Pierce Arrow Motor Company, anunciaba una potencia de “apenas” 140 hp, que actualmente pudieran parecer pocos, pero hace más de un siglo lo convertían en un auténtico bólido capaz de alcanzar los 130 km/h como velocidad máxima. Como era de esperar su consumo era elevado (4 km/l), por lo que contaba con un generoso tanque de gasolina capaz de albergar 140 litros.
Por todo lo anterior, el precio del Pierce Arrow Model 66 era bastante elevado, llegando a costar unos $7,200 dólares (para la época era mucho dinero), por lo que entre 1910 y 1918, sólo se fabricaron 1,250 unidades.
Sin duda, un interesante clásico, cuya historia merecía ser rescatada de los anales de la historia.
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